River está en otra final. La octava desde que llegó Marcelo Gallardo hace casi dos años y medio. Es la primera vez que el conjunto millonario disputará la final de la Copa Argentina. Y se enfrentará a Rosario Central, finalista por tercera vez consecutiva. Y si River llegó fue porque mejoró su juego, tuvo contundencia, se mostró más seguro y liquidó a Gimnasia antes de que finalice el primer tiempo.
River fue el que más tuvo la pelota. Porque asumió el protagonismo del partido y porque Gimnasia buscó replegarse para tener espacios buscando el contragolpe. Pero le cedió demasiado terreno e iniciativa. D’Alessandro se encargó de manejar los hilos del ataque del conjunto de Gallardo. Casi todas las pelotas pasaban por sus pies. Fernández y Martínez fueron segundas opciones en forma constante. De esta manera, River fue más prolijo en la salida y en la generación de juego, pero no tenía profundidad. Entonces no tuvo más remedio que probar con tiros desde afuera del área. D'Alessandro estuvo cerca con un derechazo colocado que sacó el arquero Arias, Martinez sorprendió por la derecha para sacar un zurdazo que se fue apenas alto y Ponzio (al que le anularon mal un gol) con un disparo que se desviado.
A medida que el partido avanzaba, River se repetía en la busqueda. Circulación interna y apertura por la izquierda para terminar la jugada con un centro de Martínez. O de Olivera cuando se proyectaba. Lo mismo por la derecha cuando pasaba Moreira.
Gimnasia buscaba buscaba por afuera, con Ibáñez y Carrera cuando podía. Sin embargo, el que mejor resultado tuvo por las bandas fue River. Fernández se animó a romper la monotonía, se liberó del medio y, por sorpresa, apareció con un desborde por derecha. Driussi se filtró entre los centrales y definió a la carrera.
Matinez tuvo un gran despliegue para evitar que River tuviera desequilibrios en la mitad de la cancha. Retrocedía para ayudar a Fernández y a Ponzio para armar una línea de tres volantes internos. Y D’Alessandro jugó mucho más suelto que otras veces, bien de enganche. Si bien no lo modificó desde el principio, Gallardo se dio cuenta que el sistema táctico tenía fallas. Por eso, no extrañó que en varios pasajes del partido, River se parara con un 4-3-1-2, para agruparse mejor en la cancha.
Cuando todavía Gimnasia no se había recuperado del gol, Ramos se equivocó, Martinez aprovechó y envió un centro preciso que Alario conectó de cabeza, al palo más lejano del arquero, enviando la pelota a la red. Segundo gol de River y partido liquidado. Gimnasia pudo haber descontado pero Herrera no cobró un penal de Moreira a Oreja en el final.
El segundo tiempo le sobró al partido porque Gimnasia estaba muy golpeado. Incluso Gallardo se dio el lujo de sacar a D’Alessandro y a Alario. Ponzio se agigantó en el medio y hasta estuvo cerca de marcar su gol. River se agrupó muy bien en la mitad de la cancha y eso fue clave. Así, se vio siempre un equipo más compacto y más ordenado en el medio.
Por eso, a diferencia de otros partidos, anoche River exhibió seguridad y alejó los fantasmas. Cerró el partido sin inconvenientes y se metió en otra final. La octava con Gallardo.
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